Su niñez transcurre entre La Coruña y Santiago de Compostela.
Su afición a la pintura comienza a cultivarla en el taller de pintor y escenógrafo Camilo Díaz Baliño, fusilado al comienzo de la guerra civil. Precozmente expone, cuando tiene sólo catorce años, en Santiago y Pontevedra, con elogio del escritor Francisco Fernández del Riego. Prosigue su trabajo hasta el comienzo de la guerra civil, con exposiciones en diferentes ciudades de España.
Pasa en la cárcel siete años por motivos políticos hasta 1943. Al ser liberado se dedica a tareas decorativas para poder sobrevivir, en toda Galicia. Trabaja y vive en Vigo una bohemia relativamente dura, con Laxeiro y otros artistas.
En 1957 emigró a Venezuela, y allí trabaja intensamente, aunque su obra viaja a España con frecuencia, para ser expuesta en Madrid y en toda Galicia, y sigue cursos suramericanos, hasta Bogotá y Buenos Aires. En Caracas reafirma su amistad con otro intelectual emigrado de Galicia, el poeta Celso Emilio Ferreiro.
A mediados de la década de los ochenta regresa a España y fija su residencia en Vigo, donde trabaja, expone y vive los últimos años de su vida.
La obra de Mario Granell figura en museos de Galicia y de Hispanoamérica, así como en colecciones particulares. Publicó libros de estampas, entre ellos uno bellísimo, titulado «Homenaje al pueblo español. Estampas amargas -vivencias de una guerra civil», en 1978. La pintura de Mario Granell está vinculada al surrealismo, aunque muy decantado.
Cabría denominar a las composiciones de Granell, casi siempre realizadas en acrílicos, como «Paisajes con figuras». Hay un mundo de ballet en estos cuadros, tan sinópticos, tan aparentemente elementales y, profundamente razonados, donde están, según desee el artista, el drama o la alegría, siempre en un ambiente como lúdico.