Emigró a Cuba con sus padres, y allí trabajó en tareas artesanales que iban acercándole al arte, desde el grabado a la vidriería.
Debido a una enfermedad volvió a España en 1931, viviendo en Galicia una existencia bohemia y alegre. Su presencia en cafés y tabernas de Vigo es constante hasta los años cincuenta. Apenas recibió clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Vigo.
En 1951 Laxeiro viaja a Buenos Aires, donde se asentará hasta 1971. En este período Laxeiro conecta con los movimientos de la pintura de gesto que proponían desde Francia (Art Brut) y desde Centroeuropa (Grupo CoBrA) una renuncia a la pintura académica, buscando la inspiración en la pintura pasional y espontánea del mundo de los locos, de los niños y de las culturas primitivas, coincidiendo en algunos presupuestos con otros movimientos del momento como el expresionismo abstracto norteamericano o el informalismo europeo. En esta época su pintura evoluciona hacia formas más simples y orgánicas. Su paleta cromática se va aclarando hacia colores primarios y sus composiciones, en las que sigue persistiendo el horror al vacío, se Laxeiro bidimensionalizan, llegando a hacer incursiones en la abstracción, sobre todo en el período de mediados de los años sesenta.
En 1972 Laxeiro vuelve a España y se instala entre Madrid, Vigo y su Lalín natal. Es referencia del movimiento Atlántica que, desde Galicia reivindica una pintura del gesto, en el contexto postmoderno de finales de los años setenta y principios de los ochenta, volviendo a coincidir con movimientos internacionales como Los Nuevos Salvajes que en Alemania recuperaron el primitivismo como expresión de un proyecto de renovación de la pintura.
Su infancia rural la ha sublimado en su pintura, que se divide en tres etapas: la inicial, apegada a mundos de ensoñación, de barroquismo, siempre en paleta sobria de tierras y ocres; en la segunda, probablemente la más intensa y personal, alterna lo folclórico y lo religioso, desde una visión personal, vagamente relacionable con Rembrandt, probablemente su artista más admirado. La tercera etapa le acerca a modos postcubistas, de clara raíz picassiana, en la que esquematiza su dibujo, a base de figuras silueteadas, con línea de grafismo quebrado y colores planos e intensos, siempre con el negro como dominante.