Escultor español, considerado uno de los más importantes del siglo XX. Nacido en el seno de una familia tradicional y de fuertes convicciones católicas, fue el tercer hijo de Pedro Chillida, militar que alcanzaría el grado de teniente coronel, y Carmen Juantegui, un ama de casa aficionada al canto que compatibilizaba sus tareas domésticas con la práctica de conciertos corales en el seno del Orfeón Donostiarra.
Eduardo Chillida realizó los estudios de primaria y secundaria en el Colegio de los Maristas de su ciudad natal y en 1943 se trasladó a Madrid para comenzar la carrera de arquitectura. Aunque nunca acabaría dichos estudios (en 1947 abandonó la facultad para dedicarse exclusivamente al dibujo y la escultura), algunos de los preceptos ahí aprendidos, tales como la relación entre volúmenes y espacio, tendrían, a la postre, una importancia decisiva en la ideación conceptual de sus posteriores trabajos escultóricos. Asimismo, en esos años, Chillida adquirió una buena reputación como portero de fútbol, llegando incluso a ser titular de la Real Sociedad.
En 1948, buscando un ambiente creativo más propicio al que se vivía en la España franquista, se trasladó a París. Allí, además de conocer de primera mano la obra de artistas como Picasso, Julio González o Constantin Brancusi, sintió una especial fascinación por la escultura arcaica griega del Louvre. En esa primera y efímera etapa realizó en yeso y terracota una serie de esculturas aún influidas por la tradición figurativa. Con todo, aquellos sondeos artísticos no satisficieron a Chillida.
En 1951 se instaló en el País Vasco con su esposa, Pilar Belzunce, con la que había contraído matrimonio un año antes. En la localidad guipuzcoana de Hernani comenzó a trabajar en la fragua de Manuel Illarramendi, quien le enseñó los seculares secretos del arte de la forja.
El reconocimiento internacional le vino también en los años cincuenta al exponer en galerías y museos de ciudades como París, Londres, Milán, Madrid, Nueva York o Chicago, entre otras, y participar en certámenes tan importantes como la Bienal de Venecia de 1958, en la que ganó el Gran Premio Internacional de Escultura, o la Documenta de Kassel de 1959.
Desde que se diera a conocer en la escena internacional allá por los años cincuenta, la obra de Chillida ha quedado representada en los principales museos y colecciones de arte de Europa y Estados Unidos. Asimismo, sus trabajos han sido comentados y analizados tanto por parte de los historiadores y críticos de arte como por poetas de la talla de Octavio Paz, Gabriel Celaya y José Ángel Valente, entre otros, y filósofos tan importantes como Martin Heidegger o Gaston Bachelard. Galardonada en innumerables ocasiones y expuesta en numerosos museos y retrospectivas, su obra constituye un legado de referencia ineludible en el panorama artístico contemporáneo. Para muchos fue el mejor escultor español de la segunda mitad del siglo XX.