Es uno de los principales representantes del expresionismo abstracto español.
A los trece años padeció una enfermedad que le obligó a permanecer en la cama un largo periodo de tiempo. Durante esta época se dedicó a leer y comenzó a dibujar. Nunca recibió una educación académica, sino que se formó de forma autodidacta.
Se inclinó al principio por la corriente surrealista con obras como El marqués de Sade y una adolescente virgen o las series sobre Constelaciones. Colaboró, además, con los grupos españoles de vanguardia Tendencias 2 y Arte Fantástico.
En 1952 se trasladó a París, donde residió hasta 1955. Allí entró en contacto con las vanguardias de la época, con el informalismo francés y con el arte americano de Pollock y De kooning. Su obra evolucionó desde un inicial surrealismo hacia una pintura de trazos enérgicos y paleta reducida, hacia lo abstracto y el arte gestual.
Cuando regresa a España, se convierte en el teórico de la introducción del informalismo en España. En 1957 funda en Madrid el grupo El Paso junto con otros artistas españoles como Canogar, Feito, Millares, que utilizaban un nuevo lenguaje cercano a la estética del informalismo.
La obra de Antonio Saura toma del surrealismo lo negativo, lo monstruoso, lo natural, lo violento y lo intuitivo, del Action Painting, toma el carácter gestual del proceso creativo y del informalismo, la abstracción.
De su extensa producción sobresalen las series Crucifixiones, historia de España, Multitudes, Retratos imaginarios o Saurimaquias.
Multitudes
En la serie Multitudes, la multitud adquiere una personalidad, una fisonomía propia, diferente a los de los elementos que la componen. La multitud es una avalancha de figuras distorsionadas que lo ocupan todo y que carecen de nombre.
Son anónimas porque su finalidad es la de constituir un todo. Se definen en relación al espacio que ocupan y al movimiento en el que se inscriben.
Saura elimina el espacio figurativo tradicional, el lugar en el que pueden moverse las figuras y lo convierte en espacio pictórico, donde destacan unos motivos. Cada uno de estos motivos deja de representar un singular, son un tipo.
Retratos imaginarios
En la serie de los Retratos imaginarios, Saura reduce la figura a esquemas elementales para luego recomponerla.
El Retrato imaginario de Felipe II está inspirado en el retrato del monarca que hizo Sánchez Coello. Felipe II es una figura monstruosa, destaca el énfasis del negro en el cuerpo y el sombrero, en su cara sobresalen los ojos y la fuerte quijada característica de los Austrias. Es un rostro de gran violencia, que queda potenciada mediante la energía del trazo.
El retrato imaginario de Brigitte Bardot es un retrato irreal, inventado, en el momento álgido de la artista. Lo importante aquí no es el parecido con la modelo, sino la imagen mental que nos hemos forjado del personaje. Utiliza el negro y el blanco para alcanzar la máxima expresividad.
En este retrato observamos la ausencia de profundidad, la bidimensionalidad, que será algo característico en su obra.
El grito es una obra del mismo año que el retrato de Brigitte y es estilísticamente similar. Una figura humana con piernas abiertas y brazos levantados, cuya cabeza se ha convertido en una gran boca que emite un grito. La pincelada es de trazo grueso, contundente, y conforma el contorno del personaje. El fondo, blanco y gris, enfatiza el aspecto tenebrista de la expresión de dolor.
La figura femenina será una constante en la obra de Saura. En 1977 realizó La cámara ardiente o Los amores célebres, pero con anterioridad había ejecutado La dama, Bailaora, Petite Dame o Lolita.
La sexualidad se convierte en un rasgo definitorio de las imágenes. El cuerpo de la mujer adquiere una gran violencia, que se agita por el deseo y porque es objeto mismo del deseo.
En su última etapa, rechazó el formato pequeño para crear composiciones de grandes dimensiones en las que introduce también el color. Algunos ejemplos son Transformaciones o Superposiciones.
Fue también un estudioso de la historia del arte, analizando obsesivamente la obra.