Los pintores gallegos Luis Seoane y Eugenio F. Granell siendo dueños de una identidad plástica muy acusada, comparten comunes experienciasLuis Seoane generacionales y posicionamientos éticos y estéticos profundos. Ambos, después de una etapa juvenil en Galicia, acaban exiliados debido a la Guerra Civil, empezando a conformar sus estilos pictóricos a partir de los años cuarenta, Seoane en Argentina y Granell en diversos países del Caribe.

Seoane desarrolla una obra pictórica, literaria y editorial desde Argentina que estará orientada temática y formalmente hacia la formación de una conciencia histórica con capacidad para proyectarse sobre el presente, con Galicia como eje, pero con un deseo de completa universalidad.

Seoane emplea en su obra colores planos, simplificados, trazando figuras que se convierten en emblemas de Galicia, con especial importancia respecto del universo femenino, que se nos ofrecen casi como iconos, con una intensa naturaleza plástica, que desde la modernidad sugieren el valor simbólico de la pintura y escultura medievales.

En contraposición con el costumbrismo dominante en muchos pintores gallegos, Seoane, partiendo de temas parecidos, depura el lenguaje hasta convertir los mismos temas en un nuevo universo propio, que, siendo intensamente personal, consigue que nos impliquemos en ellos, que los sintamos como algo que nos singulariza de manera intensa, intelectual y afectivamente al mismo tiempo.

Pero todo este proyecto discursivo y plástico también se realiza desde la estrecha ligazón con lo universal, y la influencia de las vanguardias históricas es fundamental, aspecto que resalta de modo particular en su obra a partir de los años cincuenta, lo mismo que su diálogo con la tradición de la modernidad que parte de Cézanne, como se puede ver en sus bodegones.

En los óleos ahora expuestos asistimos a la evolución de su estilo hacia un mayor sintetismo. Las pinturas de los años cuarenta y primeros cincuenta (El pulpo, 1948) presentan formas de recia estructura y pincelada áspera. Progresivamente va ganando terreno el esquematismo y el dinamismo, alternando estos trazos en las figuras sobre el color. Seoane reproduce figuras hieráticas que se reducen a esquemas figurativos, de contenido simbólico, con formas organizadas en planos con colores contrapuestos, de enorme poder de sugestión, como Figura (1959) o Sin título (1964). Aspectos que son también evidentes en sus paisajes y en los bodegones, como Tres coliflores (1963) o Naturaleza muerta (1964) . Estamos ante un estilo que alcanza su plenitud en las décadas de los sesenta y setenta (Muller en ocre, 1964; Traballadoras, 1965) .

Eugenio GranellComo ya indicamos, la obra de Granell fue fundamentalmente realizada en el exilio americano y está ligada al movimiento surrealista, en el que participa desde que conoce a André Breton en 1941, durante una estancia del escritor francés en la República Dominicana, camino de los Estados Unidos, donde residirá huyendo de la Europa en guerra. Este contacto y la huella del nuevo continente, con su diversidad geográfica, étnica y cultural no deja indiferente a un artista que está iniciando su trayectoria como Granell. Esta nueva realidad va a influir tanto en su pintura que sería difícil concibir súa obra sin la impronta de la nueva tierra en la que se instala como exiliado y del contacto directo con el movimiento surrealista. Por lo tanto, elabora un surrealismo influenciado de manera absoluta por la realidad física y cultural caribeña, colorista, lleno de figuras y con referencias antropológicas, evidenciando su trabajo puntos en común con otras estéticas de América Latina, como la de su amigo Wifredo Lam en Cuba o la de Remedios Varo en México. Es el suyo lo que la crítica denominó “surrealismo caribeño”, producto de un doble asombro: por la vida y cultura “primitivas” y por la modernidad formal de raíz europea.

En la exposición podemos contemplar obras de diferentes épocas, muy representativas del estilo y evolución del pintor y que ilustran la intensa relación que el artista estableció con distintos contextos en los que desarrolló su actividad vital y artística. Nuestro pintor busca un lenguaje que se separe del simple cosmopolitismo, que conecte con la tradición, ahí está la influencia de El Greco en la obra Ángeles, toreros, y, al mismo tiempo, con la realidad americana de herencia indígena (Lujos de la selva, 1947), creando una peculiar lectura de la modernidad, en contacto, en muchos casos, con lo étnico como uno de los resortes temáticos y estilísticos.

En las primeras obras las referencias formales a Picasso son evidentes (La gran solemnidad, 1946), pero estas referencias son interpretadas con un sólido acercamiento al mundo indígena, que se manifiesta en los trazos físicos, en los tatuajes, abalorios y plumas. La visión surrealista de la relación personal con el contexto americano es una constante en su obra, en especial el tema del encuentro entre lo europeo y el universo americano, argumento genérico de diversas obras del artista e también de su novela surrealista La novela del indio Tupinamba.

En variadas creaciones seguimos percibiendo unas formas deudoras del cubismo, sintetizadas con otras influencias vanguardistas y tratadas con un cromatismo brillante y una planimetría espacial poblada de seres y objetos, que delatan la influencia del ambiente tropical (Las flores del lago, 1950; Un faro para el viento, 1952). La idea del encontro, frecuente en Granell, es elaborada a partir del mecanismo surreal de los misterios que provocan estrañas confluencias en la naturaleza (Los gérmenes del aire, 1953) o en el univeso cultural e literario (La cortina verde, 1973; Figuras alargadas, por algo que sucede, 1973), pero la carga vivencial y social de los temas tratados tampoco puede pasar desapercibida.

Carlos L. Bernárdez