BOSCO SODI: CUESTIÓN DE INTENSIDAD

El indiscutible éxito de la pintura de Bosco Sodi (Ciudad de México, 1970) en el mundo del arte actual tiene razones ligadas a la emergencia de creadores latinoamericanos proyectados en el mercado anglosajón pero también es producto de evidentes aciertos pictóricos del artista.

El particular y vistoso cromatismo de sus creaciones y el referente matérico dotan a sus obras de un grado de intensidad acumulada que tiene algo de abisal y límite que la sitúa en rico diálogo con el mundo actual.

Además, la proximidad de Bosco Sodi con el material tiene como consecuencia que la sustancia mineral se transforme, dotando a la pintura de un aire atemporal, lo que unido a un cromatismo esencial transmite una sensación de clasicismo milenario.

Más que otros artistas de su generación, Bosco Sodi combina las tradiciones pictóricas europeas con las formas de la experiencia estética que hunde sus raíces en Norteamérica y concretamente en Nueva York, lo que sin duda influye en la recepción de su obra; al tiempo, conecta con corrientes estéticas latinoamericanas con las que comparte la evidente sensibilidad para el uso y fruición del material y el gusto por lo inesperado y fortuito

Desde esta perspectiva, su labor nos sugiere dos reflexiones contrapuestas. La primera sería la de percibir su trabajo como ligado a una línea artística deudora de las sofisticadas concepciones artísticas surgidas en los años setenta, ignorando los desarrollos contemporáneos y volviendo a nociones pictóricas más tradicionales. Una segunda perspectiva, nos llevaría a una visión de su obra como inestable y hermética. Ambas visiones, pensamos, son en cierto modo justificadas: tomadas por el lado positivo, podrían decir cosas significativas sobre lo que sucede en los cuadros de Bosco Sodi. En ellos el arte moderno parece retroceder sobre si mismo y reconsiderar sus principios fundamentales, como si los fundamentos básicos de la abstracción hubiesen sido sometidos a nuevo análisis crítico, enfatizando la valoración autónoma de materia y color.

Este retroceder sobre si misma de la obra de Bosco Sodi nos recuerda que Thierry de Duve en su ensayo Au nom de l’art. Pour une archéologie de la modernité (Ed. Minuit, Paris, 1989) defendía la tesis de que la modernidad se alimentara siempre del proyecto de su propio final, para después repensar esa hipótesis de manera sesgada, en un sistema de rupturas e aberturas constantes. Esa es la sensación que produce el trabajo de Bosco Sodi. Tenemos la sensación de que para el artista la pintura es materia y está llena de silencios.

No está de más recordar que algunos de los mejores pintores activos de nuestro presente intentan extender las prácticas pictóricas radicales, trasladando la pintura a otros ámbitos y soportes fuera del lienzo tradicional o llevando al lienzo técnicas no estrictamente pictóricas. Estos caminos llevan a muchos artistas a encontrar soluciones a la aparente ausencia de contenido subjetivo y a la mera preocupación con los efectos de luz y de color. Bosco Sodi opta por negociar la tradición de la modernidad. Su pintura es producto de la confrontación de los códigos existentes en esa tradición, en la que la interrogación de la existencia de las cosas se mueve en paralelo con un cuestionamiento de las estrategias de representación. El resultado es una pintura en la que color y materia resultan al mismo tiempo de plena modernidad y reconocibles en la tradición, en una línea que intenta diluir la huella humana, pero siendo consciente de que se trata de un artificio. Es un arte que, como toda auténtica creación, es fruto de búsquedas sólidas, estratificadas, que suceden como si el pasado estuviese estructurado en diferentes capas de tiempo y materia.

Pintura del presente que se encuentra con el pasado –esa tradición de la modernidad de la que hablaba su paisano Octavio Paz- y en el pasado. Como espectadores nos sentimos reconocidos en ella, en su intensidad y en sus silencios. La pintura deviene en continua interrogación paro siendo conscientes de que al final lo importante es pintar, poner en cuestión la pintura como tradición para evidenciar que siempre quedan lugares oscuros, ecuaciones no resueltas, ceses abruptos que otros artistas retomarán, anudando el eslabón perdido, respondiendo a una necesidad imperativa. Pintar es para Bosco Sodi, con certeza, una manera de transmitir la interrogación, de volver a elevarla, de intentar que el eco no pare, aunque la interrogación no tenga una respuesta plena. Una respuesta, siempre provisional, que transpira en los lienzos de Bosco Sodi: cuestión de intensidad.